Esta obra es la duodécima encíclica de Juan Pablo II, publicada en 1995. En ella, el Papa nos recuerda la necesidad de la unidad entre los cristianos y el diálogo ecuménico como camino para lograrla. El libro invita a la reflexión sobre la importancia de la convivencia y la tolerancia entre las diferentes religiones, promoviendo la paz y la armonía entre todos los pueblos.