ENCUADERNADO EN TAPA DURA CONSEVANDO LAS CUBIERTAS (RESTAURADAS)
Ed. Imprenta Gutenberg. Madrid, 1909
20x13 cm, 155 pp.
Firma interior de anterior propietario
Ebrio del sueño literario marcha Manuel a París en marzo de 1899. Allí permanecerá hasta diciembre de 1900, empapándose de parnasianismo, simbolismo, decadentismo, viviendo la ilusión de una vida bohemia que apura amaneceres de alcohol por las calles de Montmartre. En definitiva, absorbiendo todo el espíritu fin de siècle que invadía la vieja Europa y que en nuestro ámbito hispánico se envolvió bajo el nombre desafiante de Modernismo, nuevo avatar de la protesta romántica contra un mundo materialista, ramplón y feo. Esa añoranza de una belleza perdida les llevará, en ocasiones, a soñar con épocas pretéritas (Grecia, Roma, la Edad Media, el Renacimiento italiano, el Versalles dieciochesco) o a descubrir el alma de las cosas vilmente arrojada a los vertederos de la industrialización. Esto último les conecta, de nuevo, con aquel gusto romántico por el sabor local, el pintoresquismo, y que proporciona al fin de siglo su sabor inconfundible, unas veces cosmopolita, otras, local. O, hablando ya de Manuel, castizo y aun flamenco.
Pues bien, todo este espíritu modernista lo plasmó en los estupendos poemas de Alma (1902). A partir de ahí, se aprecia una evolución que culminará en El mal poema, aparecido en 1909, y que, podría decirse, marca el final de Manuel como joven y como artista. Y es que el libro supone una seria rectificación –casi un arrepentimiento- de sus juveniles ensueños. Ello expresado con una maestría más que notable: léxico garboso, uso elegante y muy expresivo –valga la paradoja- de la elipsis, un absoluto dominio del ritmo poético y ese gusto por el sorprendente contraste entre lo emotivo y la despiadada autoironía.
Manuel Machado no persiguió su ideal hasta el fin como hiciera Alejandro Sawa (a quien, por cierto dedica un precioso poema), el patético y maravilloso Max Estrella de Luces de bohemia, de Valle-Inclán. Decidió a los 35 años que debía “sentar cabeza”, expresión que refleja perfectamente el mundo acomodado y pequeñoburgués en que se movió a partir de entonces. Por supuesto, es una opción inobjetable y sensata a carta cabal. De hecho, ahí radica el encanto de ese excelente y singular libro que es El mal poema, escrito con maestría expresiva para renunciar al sueño que la había propiciado.