La Vettonia es el título de 6 conferencias sobre esta región que dio el
presbítero exclaustrado Don Joaquín Rodríguez en la Sociedad Geográfica de
Madrid. Estas conferencias se publicaron en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid en 1878 y posteriormente como libro con el mismo título un año después en 1879.
Las conferencias fueron solicitadas por la Revista de estudios Clásicos
de Berlin para su publicación en su Diario arqueológico y Filológico. Y según Díaz y Pérez (1888, página 288) fue traducido además al italiano y al francés.
No fue compartido, sin embargo, este reconocimiento por el que desde 1883
fuera el Director del Boletín de la Real Academia de la Historia, el jesuita y epigrafista Fidel Fita. En ”El castro romano de Cáceres el Viejo” (Boletín de la RAH, 1911 página 411) Fita arremete contra Joaquín Rodríguez ”que se arrojó a disertar sobre la Vettonia sin preparación conveniente”.
Esta crítica no afecta a lo que Rodríguez nos cuenta sobre el descubrimiento de un dolmen en Trujillo, quizás la única noticia existente sobre monumentos megalíticos en este término durante los siglos XIX y XX, puesto que Fita se refería a la capacidad de Rodríguez como epigrafista.
Rodríguez hace un prolijo relato según la descripción que le hizo su amigo el erudito licenciado en leyes y exdiputado en Cortes D. Antonio Malo de Molina, acerca del descubrimiento de un monumento de antigüedad desconocida pero indudablemente druídico –según palabras de Rodríguez- que se trata de un dolmen o templo de Hadas ”hace poco descubierto y ya destruido por la mano del hombre (1878, páginas 366 y 367).
Rodríguez está utilizando un lenguaje antiguo. ”Templo o gruta de las
Hadas” es una calificación que los primeros arqueólogos del megalitismo francés, en la primera mitad del siglo XIX, utilizaban para lo que llamaban ”dólmenes complicados”, de grandes dimensiones y generalmente con más de una losa de cobertura (ver Assas 1857 página 131). Y la calificación de druídico no hace más que abundar en lo ya dicho.
El dolmen que Malo de Molina describe a Rodríguez estaba por el camino de la Madroñera a la salida de Trujillo. En una pequeña colina se veía como
un pozo, que resultó la entrada a un callejón. Deszafrándolo encontraron un hacha de piedra y, siguiendo, descubrieron un circulo de piedras cubierto por ellas también. La figura que formaba era un callejón estrecho que terminaba en una rotonda. Por las características del monumento y los hallazgos obtenidos Rodriguez no duda en asignar su pertenencia a ”la edad pre-histórica”.
Rodríguez supone que en el caso de explorar la otra colina, seguramente
se hallaría igual monumento.
Fugaz historia la de este monumento que poco después de ser descubierto fue destruido. Lo único que se salvó fue el hacha referida que finalmente
quedó en poder de Joaquín Rodríguez.
Veinte años después, en 1899, Vicente Paredes recoge esta historia en su
conocido artículo sobre la ”Repoblación de la villa de Garrovillas”, transformando las dos colinas en ”dos soberbios túmulos” y dando por cierto que en la segunda colina se contenía un monumento similar al descrito (páginas 295 y 296).