ANALES DE CATALUÑA
Y EPILOGO BREVE DE LOS PROGRESSOS, Y FAMOSOS HECHOS DE LA NACION CATALANA,
De sus Santos, Reliquias, Conventos, y singulares Grandezas; y de los mas señalados, y Eminentes Varones, que en Santidad, Armas, y Letras han florecido desde la primera Poblacion de España.
Imprenta de Joseph Llopis, Jayme Surià y Juan Pablo Martí. Barcelona, 1709.
30,5 cm. 3 vol.: (I) 10 h., 364 pág., 18 h. (sign. 3a4- 3d4). (II) 12 h., 504 pág., 30 h. (sign. A4-O2). (III) 11 h., 655 pág. y 26 h. (sign. A2- N2). Texto a dos columnas, con apostillas marginales. Ilustr. con viñetas y capitales.
El primer volumen comprende desde la primera población de España hasta el año 1163, el segundo desde 1163 hasta 1458 y el tercero hasta 1709.
El tomo III, es de tendencia claramente Austracista, solo reconoce como rey a el Archiduque Carlos (Carlos tercero de Austria) y define a Felipe V unicamente como, Felipe de Anjuo. Contiene los sucesos comprendidos entre 1458 y 1709, entre ellos la guerra de Sucesión y sus implecaciones para Catalunya, aparece una lista con todos los ciudadanos que acompañaron al rey Carlos III al exilio en Austria.
Feliú de la Peña y Farell, Narciso. Barcelona, m. s. XVII – 14.II.1712. Abogado, e historiador.
Su familia era originaria de Mataró. Fue hijo de un mercader y ciudadano honrado de Barcelona, conceller cuarto de la ciudad en 1644 con su mismo nombre.
Su hermano Salvador fue prior del convento de Nuestra Señora de la Merced en Barcelona. Su primo y heredero Salvador Feliú de la Peña y Sicart, mercader, fue conceller segundo de Barcelona durante el sitio borbónico de 1714. Feliú se doctoró en Leyes y disfrutó de privilegio militar. Su estrecha relación con los mercaderes y artesanos le proporcionó un dominio de primera mano acerca de las cuestiones económicas contemporáneas, hasta el punto que actuó como portavoz y publicista de dichos grupos. Además, representó a la Junta General de Comercio en Barcelona desde el año 1684 y fue uno de los promotores de la Junta Particular de Comercio de Cataluña entre 1692 y 1697.
En el Político discurso (1681), escrito por encargo de los cuatro gremios textiles más influyentes de Barcelona (pelaires, terciopeleros, veleros y sombrereros), defendió no sólo la prohibición de entrada de mercancías, sino también de salida de materias primas, como la lana, la seda, cuero y pieles. Elogió, a continuación, la prosperidad que generaba el comercio.
A su juicio, la actividad comercial y la navegación, la formación de compañías de comercio y la unificación de impuestos constituían los principales resortes para el progreso. La influencia del alemán Johann Joachim Becher y a su vez de los holandeses Johan y Pieter de la Court, según ha señalado Lluís Argemí, parece evidente: a los ojos de Feliú Holanda era el modelo a seguir tanto en el terreno económico como en el político.
En el Fénix de Cataluña (1683), escrito a instancias del gremio de comerciantes de telas, y en colaboración con el mercader y amigo de Feliú, Martí Piles, el mercantilismo industrialista cobró más relieve. Lo planteaba, además, como una opción beneficiosa para el interés público y el buen gobierno. El núcleo central del Fénix lo constituye la propuesta de formar una gran compañía al estilo holandés para solventar el inconveniente de la carencia de capital, tanto en la actividad manufacturera como en la comercial. También reclama la participación de los catalanes en el comercio de América y la concesión de un puerto franco en Barcelona. Pero al mismo tiempo que se mostraba partidario de desarrollar un comercio más libre, argumentó la necesidad de forjar una industria competitiva, una tarea de la que se convirtió en adalid. En efecto, a partir de 1681 Feliú participó activamente en la renovación de la industria textil para incrementar su competitividad frente a las manufacturas extranjeras.
A tal objeto, envió artesanos cualificados a Francia, Flandes, Inglaterra y Alemania para que aprendieran nuevas técnicas y crearan, a su regreso, talleres piloto para formar técnicos especializados. En 1691 impulsó la creación de la compañía de la Santa Cruz para producir telas a la flamenca.
En buena medida, vio colmados sus objetivos económicos en las Cortes de 1701-1702 y especialmente en las de 1705-1706, presididas, respectivamente, por Felipe V y por Carlos III el archiduque. En las de 1705-1706, actuó como eficiente mediador del Rey con los Brazos y jugó un papel decisivo junto con el inglés Mitford Crowe para que los Brazos aprobaran la exclusión de los Borbones al trono hispánico. También aprobaron leyes que combinaban la protección con un comercio más libre, a la par que promovían la implantación de nuevas producciones por parte de artesanos extranjeros que no fueran franceses.
Pero Feliú fue también el historiador de su país al publicar los Anales de Cataluña (1709), obra en la que persisten los elementos míticos y legendarios de la vieja historiografía, a pesar de que el autor manejó fuentes archivísticas, crónicas diversas y dietarios. No se trata propiamente de una historia de Cataluña sino de un discurso político-histórico, en la línea de la literatura ideológica, patriótica, típica del Barroco, ligada a la retórica y al servicio de la política, tal como ha señalado Eulàlia Duran. Sin embargo, resulta especialmente interesante —y de consulta obligada— por los treinta años de testimonio directo que relata sin esconder su compromiso inequívoco con la causa austrina de la que se erigió en uno de sus ideólogos más destacados. Por lo demás, resulta un auténtico homenaje a la nación catalana y a la casa de Austria (el primer volumen lo dedica a Jesucristo, el segundo a Carlos II y Carlos III y el tercero a la patria, Cataluña).
En sus páginas Feliú deviene un genuino defensor del pactismo y del sistema constitucional catalán frente al decisionismo castellano y al incremento de las atribuciones regias.
Feliú era profundamente antifrancés (participó en la defensa de Barcelona en el sitio de 1697 y combatió la entrada de manufacturas galas) y formaba parte del núcleo de burgueses (bien conectado con los ingleses Joseph Shallet y Mitford Crowe y con los holandeses Joan Kies y Armold de Jager) que vieron en la apuesta austrina la ocasión para hacer realidad su programa político y económico que perseguía, en palabras de Pierre Vilar, convertir Cataluña en “otra Holanda”, mediante el mercantilismo industrialista y la defensa de un marco basado en los contratos políticos y la representación, cimentado en las Constituciones catalanas. A consecuencia de su compromiso —fue miembro de la activa Conferencia de los Comunes—, el virrey Velasco lo encarceló durante siete meses —junto con Ramon de Vilana Perlas—. Carlos III el archiduque le ofreció el cargo de secretario real aunque declinó el ofrecimiento para centrarse en la redacción de los Anales. Entonces Vilana accedió a la secretaría y se convirtió en uno de los hombres de confianza indiscutibles del futuro emperador Carlos VI. Para compensarlo, Carlos III le concedió a Feliú la dignidad de caballero de la Orden de San Jaime.
Su muerte durante la guerra dejó al partido austrino sin uno de sus dirigentes más acreditados.
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